Israel, un país con problemas y soluciones para el agua

En Israel los niños crecen con el mensaje de que “cada gota cuenta”.


Y con esta filosofía este país ha tensado un bien escaso hasta extremos insospechados. No resulta nada fácil abastecer de agua un país que, aunque pequeño (sólo tiene siete millones de habitantes), tiene su mitad sur invadida de desierto. Su agua siempre ha sido escasa y de mala calidad. Apenas llueve, y el mar de Galilea se agota. Sin embargo han sabido dar soluciones a muchos de sus problemas. Es una experiencia de la que los demás nos podemos aprovechar. 



Israel ha hecho de la necesidad no sólo virtud, sino también un negocio con excelentes perspectivas de futuro. El país sabe que el mercado del agua crece de forma inversamente proporcional a su escasez: cuanta menos hay, más perspectivas de vender tecnología que mejore su abastecimiento y calidad.

La dimensión del mercado mundial de agua se estima en 450.000 millones de dólares anuales y crece a un ritmo del 7% y 8%”, según explican los responsables del programa NewTech, la densa red tecnológica del sector que gestiona el Gobierno. Israel ha elevado el agua a elemento estratégico de seguridad nacional. Y en esa lógica funcionan sus empresas, como si todas fueran eslabones de una misma cadena. Así que el país se ha convertido en un gigantesco laboratorio de pruebas de diversas tecnologías, en las que Israel es líder mundial.

Reciclaje del agua: Es el país que más recicla agua del mundo, hasta el 75% de sus recursos hídricos. Curiosamente, España es el segundo, aunque sólo alcance el 12%. La empresa nacional Mekorot se dedica a depurar aguas residuales: el resultado es sorprendente. “No utilizamos ningún método químico”, explica Offif Lenanin, ingeniero de la compañía, “todo el proceso es natural”, a base de bacterias que comen la materia orgánica y de varios procesos de depuración. De esta planta de tratamiento sale el 20% del agua de irrigación de todo el país.

Riego por goteo: Precisamente, la empresa israelí Netafim es capaz de convertir la tierra más árida en un campo de cultivo. “No es que seamos brillantes, simplemente necesitábamos sobrevivir”. Y en pleno desierto del Negev, en el sur del país, la empresa ha desarrollado las tecnologías más punteras de irrigación por goteo, que venden a medio mundo, España incluida, donde han entrado de la mano de la española Regaber, de distribución y comercialización de sistemas de riego, control y gestión del agua. El secreto, que la empresa guarda preciadamente en este enclave del sur, se basa en un principio aparentemente sencillo: regar la planta y no el suelo, aunque la tecnología que se esconde en los tubos de plástico que se instalan a lo largo de los cultivos tiene a sus espaldas 50 años de investigación y desarrollo. Con este sistema se evita hasta el 20% de evaporación de agua y se ahorra hasta el 80%, frente al 40% con los sistemas de riego tradicionales.

Desalinización de agua marina. Será en el futuro la principal fuente de abastecimiento de Israel. La planta de la localidad de Ashkelon, en mitad del país, es la más grande del mundo. “Prohibido hacer fotografías a la torre de vapor de agua: cuestión de seguridad”. Ashkelon no es una planta desaladora como cualquier otra en otro país. La desaladora de Ashkelon, formada por dos líneas idénticas, tiene una capacidad de producción de 330.000 m3/día de agua desalada, mediante 32 módulos de ósmosis inversa, suficiente para atender una población de 1.400.000 habitantes. Esta planta produce agua de alta calidad a un precio muy competitivo, 0.5€/m3.

Lluvia artificial: Además de la ya experimentada creación de lluvia artificial con la dispersión de ioduro de plata, otra idea que parece suscitar algo más de optimismo entre la comunidad científica consiste en crear nubes artificiales que luego generen la lluvia. Varios investigadores de la Universidad Ben Gurion de Israel (junto con la Universidad Libre de Bruselas y la NASA) pretenden ser los primeros en lograr esta hazaña. El Proyecto “Geshem” (lluvia en hebreo) consiste en cubrir superficies de entre 4 y 9 kilómetros cuadrados con un material térmico negro que absorbe la luz del sol. De esta manera, se elevará aire con 40 a 50 grados centígrados mayor que la temperatura reinante, generando nubes que acabarían provocando precipitaciones. El sistema se basa en el fenómeno conocido como “isla de calor” de las ciudades, que pueden tener hasta 10 grados más de temperatura debido al asfalto y los edificios. La idea ya había sido propuesta en los años 60, pero faltaba el material adecuado para lograr el aumento de temperatura. La empresa israelí Aktar, especializada en superficies particulares, ha sido la encargada de desarrollarlo. Según sus responsables, el proyecto está especialmente indicado para zonas desérticas que tengan mar a menos de 150 kilómetros. 

Asimismo, añaden, su coste podría alcanzar los 40 millones de euros, aunque no tiene gastos de mantenimiento y es “ecológica”. En estos momentos se encuentra en fase de experimentación en el desierto del Negev (Israel), y se espera que los resultados lleguen en uno o dos años.

Basura pasada por agua en Tel Aviv. El presidente de Arrow Ecology, una empresa de tratamiento de basuras a base de agua, nos recibe en su despacho, sobre el hedor que desprenden los cientos de toneladas de residuos sólidos procedentes de la cercana Tel Aviv. Por fortuna, su oficina cuenta con ambientador. Una vez dentro, el visitante descubre el centro de operaciones de uno de los sistemas más novedosos de tratamiento de residuos. El agua es protagonista. Pero no necesita sacarse de ningún lado, y aún menos en un país que carece de ella, sino que es generada por la propia basura orgánica. Y el agua es el sistema más barato para separar residuos. “Apenas existen sistemas de tratamiento de basuras en el mundo.

Sólo Japón y Alemania puede decirse que se dediquen a ello. El resto, más o menos el 95% del planeta, sigue dedicándose a incinerar, como España”, explican en la empresa. Y si en este país el precio de la tonelada reciclada se eleva a 70 y 90 euros, Arrow Ecology ofrece un precio imbatible: 15 dólares (9,5 euros) por tonelada. “Este sistema puede emplearse además para obtener derechos de emisión en el mercado mundial”, explica. “Es el sistema más ecológico y rentable que existe a día de hoy en este sector”. El año pasado fue el primero en el que la empresa generó beneficios, aunque no quiso dar cifras.

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