Consejos para estimular la lectura infantil

Además de facilitar el aprendizaje, el desarrollo y la maduración, los libros ayudan a mejorar las relaciones familiares


Proponer, incitar, acompañar, compartir y permitir que el niño elija (para lo cual es necesario escuchar) son las claves para despertar la pasión por la lectura en los pequeños. ¡Nunca imponer!

Un viejo y sabio profesor decía que así como hay momentos para todo en esta vida, existe también, al menos, un libro para cada persona.

Así funciona también con los niños, a los que, en muchas ocasiones, hay que imponer ciertas normas o pautas de comportamiento, pero a los que nunca se debe forzar a leer.


La lectura no es un zapato en el que meter el pie sin calzador, forzando el talón hasta que entra; no es un plato de comida que se queda fría frente a los ojos apesadumbrados de un niño que presiente que jamás se le permitirá levantarse de la silla si no se la come, aunque en la espera aparezca moho en los alimentos. Forzar a un crío a leer es correr un riesgo demasiado elevado: que tome esta práctica como una imposición, como una amenaza, como una acción tediosa y acabe por perderse el mundo de los libros para siempre.

A pesar de que la televisión, los videojuegos o Internet parezcan rivales imbatibles, la curiosidad y la desbordante imaginación de los niños serán los grandes aliados de los padres que aspiren a que sus hijos se conviertan, primero, en infantes lectores; después, en adolescentes lectores; y, finalmente, en adultos lectores.
Hay niños que, sin apenas impulso, agarran el primer libro que tienen a mano y ya no se separan nunca de la literatura; otros, sin embargo, probablemente la mayoría, necesitarán un pequeño empujón. Los progenitores tendrán que proponer títulos, incitar a la lectura (pruebe a fingir que ignora al niño fijando sus ojos en las páginas de un libro), acompañar (leyendo para ellos cuentos adecuados a su edad, por ejemplo), compartir aficiones y permitir que el niño elija en base a sus propios gustos e inclinaciones (para lo cual, obviamente, es necesario escuchar sus opiniones).

Dar ejemplo, como en casi todas las facetas de laeducación infantil, es otra de las herramientas más eficaces. Para bien o para mal, los hijos son un reflejo de sus padres en muchos aspectos. Así que, si ven a sus mayores con un libro en la mano, será más fácil que lo imiten (ya hemos hablado en post anteriores del gran peso del efecto de imitación en los niños). Lo mismo ocurrirá si se acostumbran a visitar librerías desde críos: se habituarán a ellas con naturalidad y no se convertirán en lugares ajenos, atestados de extraños volúmenes, cuando sean adultos.

En este sentido, redundando parcialmente en lo ya comentado, el Ministerio de Educación de España, propone varias ideas a los padres:

Organizarse. La desorganización puede estar reñida con la lectura. Ayudémosles a organizarse: su tiempo, su biblioteca...

Ser constantes. Todos los días hay que reservar un tiempo para leer. Busquemos momentos relajados, con buena disposición para la lectura.

Pedir consejo. El colegio, las bibliotecas, las librerías y sus especialistas serán excelentes aliados. Hagámosles una visita.

Escuchar. En las preguntas de los niños y los adolescentes está el camino para seguir aprendiendo. Estemos pendientes de sus dudas.

Alentar. Cualquier situación puede proporcionar motivos para llegar a los libros. Dejemos siempre libros apetecibles al alcance de nuestros hijos.

Acompañar. El apoyo de la familia es necesario en todas las edades. No los dejemos solos cuando aparentemente saben leer.

Compartir. El placer de la lectura se contagia leyendo juntos. Leamos cuentos, novela, cómics, en Internet, etc.

Aunque a muchos puristas pueda parecerles un sacrilegio, para empezar a leer, es tan bueno un tebeo como El Quijote. La cuestión es que el niño se aficione a las letras; el resto, progresivamente, ya llegará. En los libros hay un mundo al alcance: aprendizaje, desarrollo, descubrimiento, pero también una vía para mejorar las relaciones familiares.

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